La emprendedora que convirtió una odisea médica en la solución de datos de salud más innovadora de la región
Keila Barral Masri, ganadora del Programa WE 2025 de Endeavor Argentina, hoy con base en el Parque de la Innovación y con presencia en Silicon Valley a través del programa de escalamiento de Draper University, representa a una nueva camada de fundadoras que combinan experiencia personal, visión tecnológica y alto impacto. Su start up, Cromodata, fundada junto a Matías Karlsson y Juan Pablo Merea, es el primer marketplace de datos de salud desidentificados de América Latina, una herramienta clave para un sector donde la información está fragmentada, el acceso es desigual y la interoperabilidad es aún una deuda pendiente.
En esta entrevista, cuenta cómo una dificultad en el diagnóstico de una condición de salud debilitante con la que convivía fue la inspiración y llave para el posterior éxito emprendedor que dió a luz a Cromodata, startup que en solo nueve meses logró 47 hospitales asociados, 19 millones de imágenes médicas integradas y un modelo validado que democratiza el acceso a datos de calidad para entrenar tecnología de próxima generación.
"En septiembre cerramos nuestra primera ronda: levantamos US$ 1,2 millones con fondos de Boston, de España y con inversores clave del ecosistema de salud de América Latina. En medio de ese crecimiento abrimos Brasil, de la mano de uno de los grupos más grandes del país, y eso nos obligó a replantear parte de la estrategia. Ahora estamos buscando nuevamente capital y, en breve, vamos a anunciar la serie Seed de Cromodata, que nos va a permitir consolidar Brasil y expandirnos con fuerza en México", apunta esta joven emprendedora.
¿Cómo surge Cromodata?
Cromodata nace de mi experiencia personal. Estuve siete años buscando saber qué me pasaba: me sentía mal, estaba enferma, vivía yendo a guardias y nadie lograba entender qué me pasaba. Cada médico veía un pedacito de la foto, pero nadie miraba la foto completa. En ese recorrido, el sistema de salud me ofreció básicamente lo peor que le puede ofrecer a una persona: dejarla sin un diagnóstico. Recibir el diagnóstico de cualquier enfermedad difícil de tratar, o incluso sin cura, es muy complejo, pero vivir enfermo sin respuestas te deja muy solo. Lo que no tiene nombre no se puede tratar, no lo podés compartir y nadie te puede apoyar. Estuve mucho tiempo enojada y con el tiempo me di cuenta de que no era la única en mi frustración, había muchísima gente pasando por una situación similar.







